Es difícil ser uno mismo, cuando lo comparan con los demás. Esa horrorosa labor que se da la gente de querer que encajes con cierto perfil. Diaria. Constante. En todos los aspectos. Se siente como cuando mi jefa me llama a su oficina y me dice "fulanito hizo ésto, es lo que quiero, allí le encargo". Como si a las enchiladas se les forzara a ser chilaquiles. Aparentemente son lo mismo, pero no son igual. Y más para una persona como yo que se ha dedicado desde pequeña a romper moldes involuntariamente. Imaginen a una niña de un pueblo lechero hablando de poesía. Era una marciana para los demás niños, y tuve que jugar a ser como los demás para tener amiguitos. Hasta la fecha tengo esa maldita sensación de no pertenecer absolutamente a ningún lugar.