Tengo el corazón hecho añicos. Pero creo que la claridad está llegando por fin. La saliva sigue siendo agridulce.
No soy una persona fácil. Conmigo no te aburres, probablemente porque mi mente viaja a mil kilómetros por hora, y en estos minutos estoy aceptando que sólo una persona en este planeta le puede seguir el paso a mi mente y corazón. Inclusive puede detenerlos y hacer que vuelva.
Buscar el brillo en un lugar ajeno a mi cuerpo, es una batalla de mil heridas. En esa travesía, he tratado de encontrarlo en otros ojos, en otros labios, en otra voz. Esta lucha errante es una guerra sin fin.
Y entablamos una tregua. Bajamos las armas. Iniciamos el diálogo. Hablar de los estragos de esta guerra nos ha hecho bien. Somos un par de animales heridos.
Lamimos nuestras heridas mutuas. Las que te hice. Las que me hiciste en esta cruenta cacería en la búsqueda de la felicidad. Al final de semejante holocausto, podemos ser solidarios. Respirar tranquilos. Mirar con paz. Arropar con amor.
Lamimos nuestras heridas mutuas. Las que te hice. Las que me hiciste en esta cruenta cacería en la búsqueda de la felicidad. Al final de semejante holocausto, podemos ser solidarios. Respirar tranquilos. Mirar con paz. Arropar con amor.
Nunca creí que tú me ayudaras a sanar. Que me dijeras que cerrara los ojos, que mirara hacia dentro. Que la luz que da ese brillo que tanto he buscado, está dentro de mi. Siempre lo supiste. Todo el tiempo la viste. Por eso era la guerra, para que no se extinguiera. Para que no te la arrebatara, a ti que tanto la habías cuidado.
Eres mi verdugo. Mi refugio. Detractor. Aliado. Juez. Compañero de condena. Eres como mi muerte... Mi bienvenida a la vida.
Te regalo tu libertad, para que hagas con ella lo que quieras. Ser feliz, perder el sueño, y también en algún momento (sólo si así lo quieres) volver conmigo.
Te regalo tu libertad, para que hagas con ella lo que quieras. Ser feliz, perder el sueño, y también en algún momento (sólo si así lo quieres) volver conmigo.
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