Me pongo a pensarte con un vacío en el pecho. Pero esta vez es distinto porque no siento ansiedad. Ese nudo en la garganta de palabras contenidas no se aleja con los minutos.
Sin embargo mi cerebro, cada vez más dominante me aconsejó quedarme en silencio. Llega un momento en que las palabras ni siquiera sobran, simplemente no sirven.
No se llama tristeza. Tampoco desamor. Duele casi igual pero no lo es. Creo que simplemente se llama decepción.
Hace tiempo que no visitaba este blog, siempre es agradable ver sus notas, es como si en ellas viera pensamientos míos, y mejor; aquellos que no me atrevería a explicar con tal sencillez.
ResponderEliminarSALUDOS MAESTRA
JUAN