- Buenos días maestra, ¿cómo se encuentra usted?
- Bien Doña Fulanita, ¿en qué le puedo servir? Respondió mi madre con esa pasividad digna de Elsa de Frozen.
- Vengo a pedirle de favor, si me presta el cojín de sellos que me prestó la otra vez.
- En sí es de mi hija, porque yo ya estoy jubilada pero déjeme ver si lo tiene.
- Si, nada más lo utilizamos aquí tantito y se lo devolvemos. Es que ya ve que el dinero ya no alcanza y pues uno se las tiene que arreglar. Porque ya ve que la gente es bien corrupta. En sí todos los maestros son unos corruptos, porque fíjese que la maestra Perenganita metió a todos sus hijos al magisterio y ¿ a poco Sutanito estudió?.
- Pues sí, pero no puede generalizar. Yo soy maestra, y mi hija es maestra y nadie nos compró una plaza. Mi hija hizo examen de oposición y sacó el primer lugar y así entró a trabajar.
- Pero su hija si estudió, y la maestra Perenganita ya metió a todos sus hijos y ninguno de ellos terminó la escuela, ahorita nada más esta esperando a meter al yerno ese que nomas esta allí en su casa de huevón.
- Cada quién sabe lo que hace, ¿pero a qué viene todo esto que me platica?
- Ah, es por lo del cojín de sellos de su hija, lo quiero para ponerle la huella a la credencial del INAPAM para mi marido. Es que todavía no cumple la edad y como mi hermana trabaja para el DIF pues nos da las credenciales y nada más las llenamos. Ya ve que la otra vez le pedí el cojín y es era para ponerle el sello a la mía, porque fíjese que queremos viajar a Poza Rica y así nos sale a la mitad. Y no es que seamos corruptos pero ya ve que todo mundo lo hace.
- ¡Ah! Qué bueno que me dice, porque como a usted le choca la gente corrupta le voy a evitar que caiga en esas prácticas y no le voy a poder prestar el cojín de sellos de mi hija. Al final me lo va a agradecer porque no sé como podrá verse a la cara después de falsificar una credencial de una institución gubernamental para obtener cosas tan terrenales como descuentos. Si se lo pone se sentirá tan mala persona, que a lo mejor así entiende porqué la maestra Perenganita es como es. Buenas tardes.
Y cerró la puerta.
Esto sería en un mundo ideal, porque en la realidad mi madre es tan corazón de pollo que le prestó el cojín de mis sellos a la vieja chismosa, tarada y corrupta esa.
Yo lo escuchaba desde la sala repitiendo en silencio el mantra hinduísta que ahora les voy a compartir :
¡Pinche vieja!
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