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Los inocentes y mi cabello morado...



He llegado a una edad, donde el límite entre una cosa y otra es bien delgadito.  Hace algunos días cumplí 40 inviernos.  Lo festejé gustosamente contenta de que - según varias personas - me veo mas jóven de lo que realmente soy.


Y así veo a mis contemporáneos, prácticamente igual. Hace poco me reuní con amigos de la prepa y hacíamos bromas respecto a que para salir bien en las selfies teníamos que apagar la  luz, sin embargo nos vemos de la edad pero no muy "madreados" por decirlo decentemente. Pero la pinche vida estaba por darme una lección el día de hoy.


Fui al mercado con mi madre, y en un puesto donde venden semillas vi a lo lejos a una persona que conocí en mi adolescencia.  Aunque hace algunos años lo volví a ver y seguíamos prácticamente igual por lo que lo reconocí a pesar del paso de los años.  Yo iba en mood hippie mex, es decir fodónga y sin maquillaje. Quise pasar desapercibida pidiéndole a los dioses que no me reconociera, pero no contaba con mi pelo morado que  hace que sin querer, resalte desde lejos a pesar de mi mínima altura.

Pensé que no me vio y continué mi camino de señora de los tas, haciendo las compras de la semana, y en el próximo puesto en el que nos detuvimos nos lo volvimos a encontrar.  Allí si fue inevitable el saludo.  El con sonrisa agradable me saludó diciendo amable "¡Cuánto tiempo sin vernos!, sigues casi igualita" y yo, "Tú también".  

Entre los como has estado y una que otra pregunta, dos miradas inquietas nos distrajeron de la plática que a bien yo quería evitar.  Estaba acompañado de una señora que le seguía la plática en silencio pero con incomodidad.  "¿Te acuerdas de mi mamá?", le dije. "Si como no, señora, ¿cómo ha estado?", respondió cordialmente.  Mi madre respondió positivamente y aquí viene mi pendejada: "¿Es tu mami?"

Su mirada cambió inmediatamente. La mujer, si hubiese tenido pistolas en lugar de ojos me habría acribillado de mil balazos. "Es mi esposa" respondió un poco apenado.  Yo quería que la tierra me tragara, que llegara un platillo volador y me abdujera o no se, tal vez la policía argumentando que me extravíe de algún manicomio cercano...algo... que pasara algo que me quitara de esa escena tan bochornosa.

"Es un placer conocerle, señora. Yo fui con Perenganito a la prepa.  Mucho gusto". La señora no dijo palabra alguna. "Bueno, este... ¡Ya me tengo que ir! Fue un gusto encontrarte Perenganito. Hasta pronto señora, Feliz navidad y año nuevo. Con su permiso."

No quise voltear. Jalé mi carrito color azul lleno de cebollas y jitomates, con la cara del mismo color que el contenido de la bolsa.  Sentí su mirada, la de ambos viendo cómo me alejaba apresuradamente entre los compradores, siguiendo con instinto asesino mi discreto cabello morado.  Mi madre, sabia como siempre dijo sólo una frase que definió el momento :"¡Cómo eres cabrona!".

¿La lección? desde hoy no preguntar y sólo presentarme.  No recordaba que su esposa era mayor que él, pero tampoco me la imaginaba tan golpeada por la vida.  No se me ocurrió argumentar la broma de los Santos Inocentes, pero seguro que tampoco me lo hubieran creído.

Hasta mi próxima pendejada... porque a los cuarenta, lo pendejo no se quita, sólo se perfecciona.


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