Si los lugares o las cosas hablaran nos contarían muchas cosas que ignoramos de donde estamos pasando la vida. Y es curioso porque pensamos que los acontecimientos históricos pasan en lugares lejanos y extraños, pero a veces están más cerca de lo que imaginamos.
La historia que les voy a contar sucedió en mi pueblo natal: Calkiní, Campeche, que es tan hermoso que también es conocido como la Atenas del Camino Real. Mi pueblo es muy antiguo y si pudiera hablar les platicaría de mis ancestros los mayas, de los españoles, de las grandes haciendas henequeneras e historias interesantes que suceden sin un periodo histórico en particular que las enmarque. Sin embargo – retomando la idea inicial- la historia que les cuento, sucedió atrás de la casa donde nací y crecí, que es la casa de mis padres y en el terreno que mi hermana Juana heredó.
La mayoría de los terrenos de la Península de Yucatán tienen cuevas. Sirven de sitio de trabajo, descanso e inclusive de juego. En la cueva ubicada en la parte posterior del ‘solar’ de mi casa paterna, hay varias cuevas, pero una en particular es muy grande, tanto que actualmente no está habilitada totalmente.
Contaba mi madre, que mis abuelos comentaban que en la época de la Revolución llegaba la leva a Calkiní. El Ejército arrasaba con todo en busca de nuevos reclutas, se llevaba a los hombres, jóvenes y niños, y abusaba de las campesinas mayas que tenían la mala suerte de aparecer por su camino.
La solución fue práctica y llena de un instinto de sobrevivir: la cueva atrás de mi casa era lo suficientemente grande para albergar a muchas familias con todo y sus pertenencias; tapar la entrada con ramas y piedras simulando el fin de la cueva, y ésta daba la apariencia de estar desierta. Lo triste de la situación es que no todos estaban invitados: las familias con bebés no podían entrar debido a que si los bebés lloraban, podrían delatarlos ante el ejército y provocar una masacre.
Cada que alguien notaba al ejército en las poblaciones cercanas, corría a dar la noticia en Calkiní y se ocultaban en la cueva. No sé cuantas veces alojó a campesinos temerosos. Cuando era niña jugaba y tejía en las tardes en ese lugar.
Ahora sé que los héroes a veces no son personas, si no también lugares: como la cueva que hoy en día, solamente aloja murciélagos en el terreno de mi hermana Juana.
Que buen relato. Muy interesante y descriptivo de tu pueblo y el solar con la cueva.
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