No es que este inundada de amargura. Creo que no es eso. Probablemente si sea el camino recorrido, y las colección de estampitas de experiencias de la vida que he ido juntando. Me sorprendo de las reacciones que puedo llegar a tener, al contemplar algunos aspectos de la vida cotidiana. Me he vuelto más mala, y lo peor es que lo disfruto. Antes observaba con agrado, esas muestras de cariño rupestre que se dan los jóvenes. No hablo de la calentura, si no del cariño más puro y más espontáneo que puede haber. Rupestre, vaya, porque se da a lo bruto. Cuando admiraba estas escenas, las veía con admiración y un poquitín de envidia tal vez. Pero hoy, me di cuenta del mostro en el que me he convertido.
¿Y a ti a qué te sabe la vida?