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Mi labial rojo y un ángel.

Los ángeles se encuentran en lugares tan extraños e inesperados, como el baño de un Sanborns.



Eran las tres de la mañana cuando abrió los ojos. Tomando en cuenta que los cerró a las doce, no era mucho tiempo el que pasó con el cerebro en estado alfa. Miró el techo y se quedó sumergida en sus pensamientos. Repasaba una y otra vez lo que pudo haber salido mal. Buscaba la cuchara que le ayudaría a recoger los restos de su ser. Y seguía viendo el techo. Las horas no avanzaban, el sueño no llegaba, los minutos se hacían cada vez mas lentos y no encontraba respuesta alguna. El dolor tampoco disminuía. Y así hasta el amanecer.



Llegó la hora de lo cotidiano. Se vistió para ir a trabajar. Realmente necesitaba distraerse, y que mejor distracción que el trabajo. Jeans, blusa negra.

Al lavarse el rostro, se contempló un largo rato en el espejo. Lucia mil años mas vieja que anoche. Esos mil años le cayeron de golpe y estaba cargándolos a cuestas. Al ver la amargura que proyecta, unas lágrimas caen por sus mejillas. Las limpia con la mano y comienza el ritual diario, que ahora funciona como 'control de daños' de la bomba recibida la noche anterior.

El maquillaje es similar a la alquimia. Sin embargo hoy no se esforzaría por verse guapa, ni siquiera profesional. El objetivo es simple:  no verse tan devastada. Coloca sólo el maquillaje necesario.  Polvo, rubor, delineador negro, mascara de pestañas y un labial rojo.

Camino al trabajo, mientras conduce, la miseria contenida vuelve a caer. La tiene contenida en el  pecho como una bomba a punto de explotar. Como una granada de mano con la llave entre los dedos. Al llegar a la avenida principal camino al trabajo, queda atrapada en un embotellamiento. Los minutos para llegar a tiempo eran escasos. 

Con quince minutos de retraso, llama a su trabajo para notificar que demorará más. Una pipa se descompuso en el puente, y pasar se vuelve tardado. De ese punto a su trabajo, en una circunstancia normal son cinco minutos. Pero hoy demoró casi una hora. 

Al llegar al lugar del siniestro (así le dicen los policías, reporteros y las aseguradoras), el desastre que llevaba en el pecho explotó. El llanto se hizo doloroso. Las lágrimas son tan fuertes que queman. 

- ¿Cómo he podido lastimarme tanto?, ¿Cómo lo he permitido?, se pregunta una y otra vez.

Busca fuerzas donde ella piensa que no la hay, y se compone. Ha llegado al trabajo. Al reportar su llegada, le dicen muy amablemente que puede irse, porque sus alumnos se han ido. En casi cuatro años, es la primera vez que le sucede. Y justamente me pasa en este momento. 

Regresa a su automóvil y sale rápidamente de la universidad envuelta en un mar de llanto. Le duele. Se duele.

Sigue con su monologo recriminatorio. No desea llegar a casa. No quiere llegar a ningún lado. La única verdad es que le gustaría huir pero ¿dónde se esconde uno de sí mismo? 

Decide ir a un Centro comercial por unas revistas. Se queda recriminándose, justificándose y doliéndose unos minutos en el auto, en lo que su conciencia decide que tiene que realizar sus labores diarias. 

Llega al baño del Sanborns. La encargada, una señora de sonrisa amable, la experiencia de la vida reflejada en el rostro y con una enorme sonrisa le da los buenos días. Le responde con desgano y pasa directo a un sanitario. Cuando se dirige a lavarse las manos, la señora se le acerca silenciosamente.

En su mente hosca y uraña, piensa que le dará una toalla de papel para secarse las manos.  Seguía con la vista fija en el lava manos. 

Y entonces sucedió: 
- ¿Le puedo decir algo señorita? 
- Si, claro - Dice sin mirarla. 
- ¡Qué bien se le ve ese labial rojo que trae! Las muchachas de ahora ya no se saben arreglar. No les gusta el rojo. Y mire, usted se ve tan bien con él, que deberían ver cómo un buen rojo ayuda para todo. 

Entonces voltea, y ve el rostro amable de esta mujer, que con una sonrisa esperaba su respuesta. 

- Muchas gracias - Respondió tímidamente- A mi me gustan mucho los rojos, siento que mi rostro adquiere vida. 
- Es lo que le digo. Ahora no se saben arreglar, y mírese usted, tan bonita que se ve. Parece muñequita. 
- Gracias 
- No hay que darlas. Deberían de verla para ver como se deben arreglar. Usted si me permite decirlo se ve hermosa, y no es adulación por que me de propina, es la verdad, señorita. 

Entonces le sonrió con una gratitud que seguramente pudo percibir. Dejó unas monedas en su cajita, tomó su bolsa y lo que quedaba de su mucho más agrupado  y decide emprender su camino.

Antes de irse le da la lección final: 

- Antes de que se vaya, y si me permite decirle algo más, es que las cosas de esta vida, es que ya que pasaron no vuelven a suceder. Y nada de lo que suceda debe arruinar su belleza como ahora, mírese - invitándola a voltear hacia el espejo - Se ve que ha llorado, y se sigue viendo hermosa. Así debe ser para todo. Si yo fuera joven como usted no sabe las maravillas que yo haría con ese labial rojo. ¡Que tenga un buen día señorita!. 

Le dio un abrazo, como separándose de su Hada Madrina, y emprende el camino hacia la zona donde desahogamos nuestros deseos y anhelos en forma de objetos materiales.

Antes de entrar al baño,  pensaba comprar cosas para aliviar su tristeza, como solemos hacer las mujeres de todas las clases sociales y todas las edades. Pero al salir cambió de opinión.

Gastó mucho sin arrepentirse, pero no compró nada, absolutamente nada para verse mejor, como era de suponerse. Compró herramientas para renacer, para reinventarse. Para que su verdadero yo resurja cual ave fénix: unos zapatos negros, películas de su infancia.... Y dos discos de Adele... 

Comentarios

  1. Hola, que tal? A través de otro blogg di con el tuyo, de entre tantas entradas que tienes decidí leer esta. Me tomo el atrevimiento de escribirte un comentario, diras que con qué autoridad lo hago, te platico, soy correctora de estilo de profesión y escritora. En general, la temática es interesante, sin embargo, tienes un juego de tiempos verbales que no van con la estructura, en el sexto párrafo, hablas en presente cuando lo estabas haciendo en pasado, algunos detalles de ortografía. Te doy un tip, un buen escritor, es aquel que cuenta sus historias personales en tercera persona, si lo manejas bien puedes decirte que puedes escribir cualquier cosa, inténtalo, puedes hacer buenas cosas.
    Atte. Lic. Carmen Cohen.

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  2. @Anónimo
    ¡Muchas Gracias! Tomaré en cuenta sus recomendaciones, y haré las correcciones necesarias. Me da gusto que aunque sea un tanto rupestre, le guste lo que escribo. Saludos.

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