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La Taxonomia de los Alumnos según Liz.

Ir a la escuela es algo que me fascina, primero como alumna y después como maestra. Dentro de mis andares en la escuela he hecho un estudio sociológico de los alumnos que la vida me ha puesto. Los alumnos llegan a pensar que uno como docente no los ubica, no los conoce y no los descifra. Chicos, esta es la verdad: Sí los ubicamos, sí sabemos como actúan, sí sabemos las excusas, y no nos hacen tontos. En primera porque fuimos alumnos y en segunda porque conocemos a los alumnos. Esta es una clasificación que he desarrollado en mis años de e docente, quiero aclarar que estos son algunos tipos, que en general son los que más me llaman la atención por ciertas actitudes. Y la clasificación es la siguiente:


Listo Berrinchudo. Dícese del alumno que debido a que su desempeño es bueno, si por circunstancias del destino, llega a recibir una calificación que no es la acostumbrada, se acerca a reclamar la razón de “porqué mi compañerito x tiene 10 y yo que lo hice pero igualitititititito tengo 8”, le explicas las razones, tuerce la boca, y se va a donde esta su logia (osea sus otros cuates) y se victimiza en lugar de analizar la razón de porqué recibió dicha calificación. Te ve con ojos de “maldita vieja” (o viejo si es maestro) y probablemente se siga victimizando todo el ciclo “porque la traes contra él” (ella)

Flojo Berrinchudo. Dicese del alumno que entrega la portada, y un bonche de hojas impresas al azar por internet o bien una o dos hojitas mal hechas. Cuando este alumno recibe su calificación, se acerca a reclamar la calificación tan baja, no entendiendo porqué, si “el entregó el trabajo”.
Copión Berrinchudo. Dicese del alumno que desarrolla poderes extrasensoriales y puede ejercer telepatía con cualquiera de sus compañeros en un radio de 180°, con la desventaja de que, como aplica todos sus poderes telepáticos, escribe todo tal y cual lo escribió su vecino que le transmitió dichos pensamientos. Cuando recibe su calificación y ve que lo cacharon copiando (los maestros somos seres primitivos, decimos “copiaste”, en lugar de felicitarlos por su telepatía). Se enoja, lo niega, hace berrinche, se siente ofendido y se va del salón no entendiendo, porqué el profesor, tan retrógrada no entiende que ha desarrollado un poder superior.


Flojo intimidador. Estos alumnos son los más manipuladores que te puedes encontrar, pero a su vez, tienen un olfato agudo para detectar a las fallas de los maestros. Pueden acercarse a ti y decirte “estoy en desacuerdo en que haga esto o aquello”, te dan fundamentos aparentemente válidos y te hacen sentir mal porque has fallado como docente. En lo consiguiente procuras tener cuidado con el alumno y te esfuerzas más por mejorar aquellas fallas que tanto le molestan. Al llegar la evaluación, te das cuenta que reprobó el examen, no entrego las tareas y que obviamente tiene calificación reprobatoria, pero como has fallado, lo pasas de panzaso. A la siguiente evaluación sigue con sus quejas pero con su aparente ‘coma estudiantil’, así que le asientas la calificación reprobatoria que merece. Estos alumnos pueden mezclarse con el Flojo Berrinchudo, pero la mayoría de las ocasiones tienen la decencia de no decir nada más y buscar otro profesor a quien intimidar.

Flojo halagador. Dicese del alumno que desde la primera clase te habla de tú, te saluda de beso, te ayuda en todo pero no trabaja para nada. Estos alumnos suelen ser los más peligrosos, ya que si como docente desarrollas cierto vínculo con ellos, te partirá el corazón asentarles su cinco. Cuando lo haces, ponen ojito Remi, te ven con una mirada de “pero si somos cuates, me has decepcionado, jamás espere esto de ti, nosotros que nos queremos tanto ¿porqué me haces esto?”. Se va dejando a su paso un aire de tristeza que puede romper el corazón, pero el cual se nos pasa cuando se sienta el próximo alumno a pedir su calificación. A la clase siguiente llega como si nada, y colorín colorado, este ciclo se ha acabado.
 
Trabajador halagador. Dicese del alumno que entrega puntualmente todas sus tareas, se acerca contigo a establecer lazos de amistad, te manifiesta su admiración y respeto. Sin embargo, ya en confiancita (por ejemplo, pasando del primer parcial) resulta que como soy bien inteligente, trabajador y aparte soy su fan y somos cuates, voy a faltar porque pasó la mosca, se murió la pulga del perro o cualquier eventualidad con ese mismo tipo de importancia. Pero como somos cuates (usted profe y yo) pues me va a poner mis trabajos al 100%, porque “ya ve que yo si trabajo bien y nuuuuunca falto”. Cuando el profesor asienta la calificación correspondiente (que no es reprobatoria pero si inferior a lo que esperaba) puede tener una reacción similar a la del listo berrinchudo.
 
Marga López. La vida de este alumno es digna de una película del la época de oro del Cine Mexicano. De hecho, aquella película de “Corona de Lágrimas” es una baba comparada con las tragedias de su vida. Y es que tienen tan mala suerte, que al parecer tienen una nube sacando rayos y lluvia justo en su cabeza y los acompaña a donde fuesen. Debido a su vida tan, pero tan trágica, el profesor debe disculparles las tareas, porque la vida es tan cruel, que coincidentemente todas esas tragedias pasan en vísperas o en el día de entregar trabajos, tareas o exámenes. Cuando el profesor asienta la calificación correspondiente, el alumno Marga López lo ve y le dice “Pero es que usted sabe mis problemas, acuérdese maestro de todo lo que me ha pasado y además dijo que me iba ayudar”. Si el alumno es suficientemente dramático soltará unas lagrimas, si no, se quedara viendo con ojitos Remi y dirá, “después de todo lo que me ha pasado y ahora esto”. Se levantará cabizbajo, irá con su Logia (sus cuates de nuevo) y se quejará en voz alta (“ es que ya ves lo que me pasó y el maestro no comprende”), los de la logia te echaran una mirada de “maldita vieja (o)” y se irán acompañando al alumno Marga López al siguiente drama, que casualmente es la próxima clase.
 
“Pero es que yo trabajo”. Estos alumnos tienen una categoría especial. Son aquellos chicos que por convicción o por necesidad (mas lo segundo que lo primero) tienen que trabajar para solventar sus estudios. Aquí quiero hacer un paréntesis al decir que no todos los alumnos que trabajan entran en esa clasificación, pero hay algunos casos contados que sí. Al alumno que clasifico en esta taxonomía es el típico alumno que trabaja medio tiempo. Al principio del cuatrimestre te explica su situación y te pide que seas un poco condescendiente con su situación debido a que trabaja. Se compromete a entregar todas las tareas y llegar “tarde pero llego”. Curiosamente es la última vez que lo ves hasta el examen parcial, al que curiosamente llega puntual, lo presenta y por obvias razones reprueba. Cuando recoge su calificación ve el examen detenidamente y dice “¿entonces?” y le respondes que como no tiene otras variables le tomarás el examen al 100% y que por obvias razones reprobó, entonces la respuesta que dice es la que lo clasifica “pero es que yo trabajo”, como si fuera la única persona en el mundo que trabaja, y como si esta situación lo hiciese una especie de mártir del capitalismo al cual, tienes que ayudar para contribuir a su causa. Obviamente le dices que no hay manera de ayudarle si sacó 2 en el examen, asientas su calificación, te tuerce la boca, y puede hacer una salida intempestiva o puede hacer ya la típica acción de ir con la logia y decir “ Pero es que yo trabajo y la maestra (o) no entiende” y la logia te echa miradas de “maldita vieja (o)” y acompañan a este mártir del proletariado en su lucha contra las adversidades de la vida. Obviamente no le haces caso, porque curiosamente existen otros alumnos que están en su misma situación y… extrañamente tienen un doble que realiza ya sea todos los trabajos, o que estudia por él y saca calificación suficiente (o inclusive excelente). O tal vez he pensado que tengan alguna prestación especial en el trabajo donde haya una secretaria que les haga todas las tareas, habría que investigar, pero entregan todas las tareas puntualmente, y con eso el argumento del alumno “pero es que yo trabajo” se rompe cual esfera navideña. Nota: un argumento más es que curiosamente puedes ver al alumno “pero es que yo trabajo” en la tienda fuera de la escuela chacoteando, pero no en clases. A lo mejor su capa de invisibilidad se descompuso, porque te ve y piensa que eres ciego o lo suficientemente tonto como para no identificarlo.
 
El que se queja de todo. Este alumno es un inconforme con la vida, con la escuela, con la materia, con el docente y consigo mismo. No le parece nada, ni como das la clase, ni hacer tareas, ni el horario. Además no le parece si lo sacas de visita, si contratas un autobús, si el autobús lo da la escuela, si va, o no va. Todo le parece absolutamente mal. Si no lo sacas de visita también se inconforma, porque otros maestros si lo sacan. Se queja constantemente de todo, y hay dos clasificaciones: uno que se combina con el listo berrinchudo y con el flojo berrinchudo. Al final del cuatrimestre no encuentras otra solución más que quejarte junto con él.
 
El que no perdona fallas. Este alumno tiene síndrome de Dios. Se siente perfecto y omnipotente y espera que cometas cualquier falla, la mínima para cantártela a cada momento. “¿Por qué falto x dia?”, te dice al verte si faltas. “Falte porque estaba internado en el hospital”. Te mira y dice “Con razón”, y cada que puede te repite “Pero es que usted falto x dia”. Con estos alumnos realmente te entra el instinto asesino, pero posteriormente te relajas y solamente te queda esperar a que el alumno falle, ya sea con tareas o faltas, o lo que sea, para realizar la misma estrategia: cantarle sus fallas. La venganza –dice el dicho- es un plato que se come frio, y con estos alumnos, tarde que temprano llega, porque al final estamos en casa del jabonero y el que no cae resbala, y ahora hay que cantarle su resbalón.
 
El estacionador de mochilas. Este alumno tiene la firme convicción de que lo más importante en la universidad (o la escuela donde vaya) es pasar lista. Su procedimiento es el siguiente: llega puntual a la clase, espera que llegues, te saluda para que lo veas, pasa lista con entusiasmo y a los 5 minutos de iniciar la clase, se sale. Hora y media después, regresa para copiar lo que dejas de tarea o entregar la práctica del día (siempre hay un buen samaritano que les ayuda) e ir con su gran sonrisa a entregar su trabajo. Si le dices que no se lo recibes porque se pasó toda la clase fuera, puede combinarse con el alumno Marga López y sacar argumentos típicos de “Mujer casos de la vida real” para justificar su salida. Lo miras, le calificas de mala gana y a la clase siguiente hace lo mismo, hasta que de plano ya no le calificas y entonces se puede mezclar con el flojo berrinchudo o bien, ir con su logia y decir “ es que manita, ya ves que me tuve que ir a x cosa porque ya ves que hoy era el ultimo día, y la maestra (o) no comprende”, la logia (otra vez sus cuates) te ven con ojos de “maldita vieja (o)” y se van de la clase dándole apoyo moral al estacionador de mochilas.

El alumno de cuerpo presente. Este alumno tiene un modo de proceder similar al estacionador de mochilas, solo que pasivo. Llega a todas las clases, nunca falta, pero tampoco participa, no entrega tareas, se duerme, y parece que es una especie de zombi que esta en el fondo del salón (geográficamente se ubican ahí). Cuando recibe calificación, le da absolutamente igual si reprobó o aprobó y se sale con su logia, no se queja, no emite comentario… y en su mente va diciendo “maldita vieja (o) si yo vengo a todas las clases”.


El inquisidor. Este alumno es regular a las clases, puede trabajar o no y puede ser excelente o no. Esta clasificación es muy especial porque es el alumno que cuestiona todo. Estas dando clase y sale con una pregunta capciosa, de momento no estas preparado para ello y respondes cualquier cosa, pero efectivamente te hace sudar y dudar. Sales del paso como puedes, le ruegas a Dios que no te haya evidenciado, después de la clase vas a los libros, rectificas que lo que decias estaba bien y simplemente piensas “maldito chamaco, me la aplicó otra vez”. Este tipo de alumnos por lo general a mi no me molestan, porque me hacen crecer, mejorar y me han dado muchas tablas. Así que gracias a mis alumnos inquisidores porque gracias a ellos tuve excelencia docente.


A lo mejor faltan algunos por descubrir, pero ya iré incrementando dicha lista, no sin antes agradecerles a todos mis alumnos el gran aprendizaje que me dan día con día.
 
Desde la trinchera pedagógica (o ventaneando) reporto Yo.

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