Tengo mi reloj biológico hecho un desmadre. Ahora que se me ocurrió trabajar en la mañana, tengo que reacomodar mi cuerpo, y el canijo se resiste a ser un hijo de la madrugada y me cuesta mucho trabajo quedarme dormida. Cuento chorrocientosmil borregos. Juego con Juan su juego favorito "¿Quién se duerme primero?" y siempre pierdo. Prendo la tele, juego con los pyokolos (mis gatitos) y me muero de envidia mientras escucho los plácidos ronquidos de mi oponente el cual me ha derrotado avasalladoramente.
Ya se me acabaron los borregos y me pregunto ¿ahora que contaré?. Llegando ya a la madrugadita me acuerdo de cosas que ya se me habian olvidado, oigo los perros ladrar y me aburro mucho. Para cuando quedo dormida ya prácticamente tengo que levantarme.
No me queda más que comprarme pastillas para dormir o un nuevo rebaño de borregos para contar...
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