Mañana será día del maestro y me he puesto a hacer un recuento de los maestros que han pasado por mi vida y que de los que más me acuerdo. Ahora que ya tengo mis años y yo misma soy profesora, me doy cuenta lo ingrata que soy puesto que no recuerdo el nombre de algunos de ellos (los de la universidad principalmente, a lo mejor porque me la pase en el desmadre jajaja).
Así que hare el recuento de los que más me acuerdo:
Mi maestra Amelia y Rosy, del Kinder, que curiosamente son mis tías y les agradezco que me hayan enseñado a leer y escribir a la corta edad de 4 añitos.
Mi maestra Chuy, que fue mi maestra de primero y segundo año de primaria, que la recuerdo como esas maestras de las caricaturas japonesas, muy dulce y amable con nosotros.
El maestro Jaime, que fue mi maestro de tercero de primaria, a él lo recuerdo porque nos castigaba dándonos unos democráticos reglazos en los dedos…
El Maestro Roberto, que me dio en cuarto y quinto de primaria. Ah que desmadre fueron esos dos años. Lo único que hacíamos era jugar y pasárnosla bien. Las consecuencias vinieron después, pero en esos momentos pensábamos que era lo máximo.
Mi Monchis, que fue mi maestra en sexto año, y fue donde más aprendí porque si piensan que porque mi mamá fue mi maestra tenia preferencias, nada es más lejano a la realidad. Al contrario me traía cortita y a mí me exigía más que a todos los demás. Una vez, cuando se dio cuenta que no sabíamos dividir, nos dio la bendición y nos puso 20 divisiones. Cuando íbamos a revisión, únicamente nos mencionaba los errores pero no cuales eran las que estaban mal y por cada una nos daba un metrazo simbólico, y recuerdo que todos los demás se iban corriendo a sus bancas a revisar y cambiar resultados y regresaban y si tenían 5 malas, a la segunda revisión ya tenían 10, sin embargo todos estaban en friega apurados resolviendo sus divisiones. Yo después de la primera división decidí hacerme pato…Y esta maestra sí es lo Máximo.
En la secundaria recuerdo a casi todos: Al maestro Santos (que me enseñó a cantar), Martín (de inglés, que dicen por ahí se besuqueaba a las alumnas), Mauro de Ciencias Sociales (el Mel Gibson de Tlalchichilco, en verdad se parecían un buen sólo que este tiene los ojos verdes), Patricia de español y la otra Patricia de Danza, por la cual me tuve que cambiar de escuela ya que tenia pleitos con mi mamá (que de nuez tenía el yugo opresor sobre mi) y se desquitaba conmigo; el Maestro Victor, que pensaba que existía una competencia de conocimientos entre sus hijas y yo, el maestro Frank (de matemáticas), la maestra Artemisa a la que le agradezco toda la vida porque me enseñó a escribir bien en el teclado, al maestro Tomás que me presentó la Narrativa Latinoamericana, al ‘Orientalejo’ y a la maestra Kopka, que me enseñó el trinomio cuadrado perfecto, y que me salía muy bien en esas épocas pero ahorita francamente ya se me olvidó .
En la prepa…uff en la prepa no me acuerdo de nada jajaja. Ahí pasa algo muy curioso, mucha gente me dice que soy muy culta. Honestamente estoy kilómetros de ahí, el verdadero origen de esa imagen de cultura que tienen de mi nace en la preparatoria, con la maestra Elvia, a quien todos odiaban y de quien yo invente algunos chascarrillos como el de “La maestra esta tan viejita tan viejita que hizo las pinturas rupestres en el kínder”, “Cuando Dios dijo hágase la luz, la maestra ya debía seis meses”, y cosas así por el estilo. Cosas que hacia principalmente por mi afán de encajar, debido a que todos odiaban la literatura pero a mí la neta me fascinaba. Me gustaba mucho su clase y de verdad que disfrute mucho leyendo toooooooodos los libros que tuve que leer para aprobar las literaturas que llevé con ella. La maestra Elvia me dijo tomando en cuenta mis ensayos que algún día, si yo quería sería una gran escritora, me alentó a que aplicara a Filosofia y Letras pero me sedujo más la mercadotecnia. Le rompí el corazón y me fui por un camino distinto.
Otros maestros que recuerdo de la prepa son el Maestro de Biología que estaba muy bueno y había una compañera que cuando le decía “Karla, pasa al pizarrón y resuelve esto”, ella le contestaba “Sí papacito”. Al maestro Melesio al que le teníamos pánico porque era el subdirector, pero ya cuando lo conocimos era más desmadroso que nosotros. Recuerdo que en una ocasión nos cachó un “Diccionario Lionor (de la cual hablaré más adelante) – Español” y estábamos aterrados pensando que nos mandaría con los prefectos, y lo que nos dijo después de verlo fue “¿puedo sacarle una copia?”.
El profesor Carmelo y Enriqueta eran los prefectos y psicólogos de la preparatoria. Carmelo estaba en sus ondas pero Enriqueta era algo genial, ya que es la persona más neurótica que conozco (inclusive más que yo), y tenia un tic nervioso, que conforme iba pasando la clase se acentuaba mas, ya que sacudía la cabeza como si fuera una sonajita y no paraba hasta que se terminaba la clase. Ahora se que es porque perdía el control del salón y que es un síntoma obsesivo compulsivo, pero en esos entonces únicamente me causaba gracia.
A Leonor la conocí desde niña, ya que era amiga de la preparatoria de mi hermana la Chompis, en la prepa me la topé como maestra de Sociología y me dio una de las lecciones más importantes para mí como docente: Ser lo más elocuente posible. Leonor sabia mucho, sin embargo no podía pronunciar bien las palabras y los alumnos se la comían por eso. Le hacían repetir precisamente lo que no podía pronunciar. No sé si jamás trato de corregir ese problema, o tal vez jamás se dio cuenta de lo que tenia, ahí comprendí que los maestros tenemos que estar en perfeccionamiento constante. Gracias Leonor.
En la universidad tuve grandes maestros, empezando por los de UPIICSA. Lourdes Valencia Velazco, la mejor maestra de Administración de todo el IPN, el profesor Artemio que me dio Contabilidad y Costos (curiosamente mi contador ahora se llama Artemio) que es un muy buen maestro y ahí le entendía a la contabilidad. De la Universidad del Tepeyac recuerdo a Claudia, que fue una de las mejores maestras de Mercadotecnia que tuve, que nos llevó a Maizoro, nos dejó trabajar en Maizoro y sobre todo, me enseñó que las visitas escolares tienen un impacto gigantesco (mijos, agradézcanle a ella porque por eso los saco tanto a pasear). El maestro Raúl, el creador de la Bota de dulces Tutsi Pop y a quien me reencontre en mi examen profesional, hombre genial de grandes conocimientos que exigía perfección porque entregaba lo mismo. Un verdadero placer.
Al maestro Carlos Barreiro, que me daba investigación de mercados y no sabía nada, sin embargo reprobé porque se me ocurrió accidentarme y tuve faltas. Gracias a él ahora soy especialista en investigación de mercados. A mi profe Hugo, al que le debo mucho porque me orientó en mi tesis y me aguantó mis desobligaciones. Al maestro Saul que me presentó a Benedetti y con el cual hice mi primer esfuerzo grande por cambiar una opinión errónea de mí, ya que le habían dicho que yo faltaba porque era floja. Cuando supo que fue por cuestiones de salud y vio mi trabajo, su opinión cambio. Y el Mongol…que era una cosa bien genial, me enseñó que el humor si se mezcla con el conocimiento.
De la maestría la Profesora de Historia de la Educación en la cual contemple la pasión por el conocimiento. Hablaba de la historia de la educación con datos precisos y de memoria, apasionada realmente, la lección aprendida es que para ser un excelente maestro jamás debes dejar de aprender y en segunda, debes ser un apasionado de tu disciplina; el maestro José Luis, que es un gran idealista de la educación (al igual que yo) y que me hubiera encantado que dirigiera mi tesis de grado.
Ahora que soy maestra se que lo más importante no es que recuerdes el nombre, si no que hayas aprendido algo en las horas que compartieron contigo. Con eso, aunque no se sepan mi nombre, pero mi tarea en tu vida fue cumplida cabalmente.
Quedaron muchos fuera porque jamás terminaría pero estos son los más importantes.
En fin, este es mi recuento…¿ustedes qué maestros recuerdan?
Desde la trinchera pedagógica reporto sigo reportando Yo.
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