En horas hábiles
guardar silencio.
A veces debería guardar silencio,
callar lo que veo, lo que escucho,
voltear la cara y no darme cuenta;
volver a mis oídos ciegos, y a mis manos mudas,
a mi lengua un trapo y a mi corazón de mármol.
Tendría que atar mis pasos, quemar mis ojos,
pero resulta que no puedo.
No vivo por pasar el rato
ni acumulo ideas para ser más sabio
ni me grabo lo que escucho para repetirlo solo,
siempre a solas, bien alto.
Peleé con algunos por lo que hago,
un día crecieron notas de mis dedos
y fueron otros los que las tocaron,
me propuse extrañar tan sólo en un horario.
Hablo de amor porque lo busco,
intento comprenderlo y no me es fácil.
Evito la intelectualidad tanto como puedo
y me aburro como nunca con quien me toma por eso.
Pasa que no estoy listo,
nunca estoy listo,
y todo me sorprende y me provoca.
Me extrañan tanto los aplausos
como los abucheos.
Yo no espero otra cosa que no sea entendimiento,
dejar una semilla curiosa que germine con el tiempo.
Estoy jugando, es cierto,
pero es que alguien se robó mi infancia cuando todavía era mía
y no por eso crezco,
y no por eso grito.
Grito porque me divierte ver saltar asustados a mis delirios.
A veces cuando salgo, camino un largo rato
sin rumbo fijo, me detengo en los jardines,
me siento en las banquetas y fumo un poco
mientras escribo mentalmente cosas que luego me olvido.
Esa es mi vida, cazar ideas,
soñar despierto y casi siempre hablar dormido
y de vez en cuando,
cuando estoy de suerte,
hablar contigo.
Edel Juárez.
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