De mi visita a la Península de Yucatán, traje un Makech. Un amigo muy querido (adorado diría yo), me comentó alguna vez que era la mascota perfecta, ya que no come, no hace del baño y lo no rompe, ni destruye cosas. Viéndolo desde su perspectiva, tiene razón, pero aunándole la leyenda que respalda al Makech se vuelve una mascota romántica y esperanzadora.
Cuenta la leyenda que una princesa maya se enamoró de un hombre al cual no se le permitía casarse, porque en la cultura maya la división de las castas era muy marcada. Mi madre me cuenta que inclusive cuando ella era pequeña, esas diferencias eran muy visibles todavía. Si lo llevamos a la época de la Cultura Maya Precolombina, obviamente era mucho más rígido. Al ver que no podía consumarse su amor, el corazón de la Princesa se rompió por lo que lloró inconsolablemente por varios días y noches.
Cuenta la leyenda que una princesa maya se enamoró de un hombre al cual no se le permitía casarse, porque en la cultura maya la división de las castas era muy marcada. Mi madre me cuenta que inclusive cuando ella era pequeña, esas diferencias eran muy visibles todavía. Si lo llevamos a la época de la Cultura Maya Precolombina, obviamente era mucho más rígido. Al ver que no podía consumarse su amor, el corazón de la Princesa se rompió por lo que lloró inconsolablemente por varios días y noches.
Un Men (o sacerdote maya), que escuchó su llanto y conmovido por la tristeza y ausencia de ganas de vivir de la Princesa, le dijo que le ayudaría a consumar su amor, con una condición: Debería perder su belleza (porque déjenme les platico que todas las princesas mayas estamos bien bonitas), ya que la transformaría en un insecto nada bonito, un escarabajo para ser exacta. A cambio de eso, podría estar siempre en el pecho de su amado. La princesa accedió.
Cuando el hombre vio al makech, supo que era su amada y la prendió en su pecho, adornándola con joyas de colores brillantes y llevándola siempre consigo justo sobre el corazón. Esta es la história que escuché de niña. Hay otras más elaboradas, otras más sencillas, pero todas llevan a lo mismo: La entrega y el sacrificio por el verdadero amor.
Cuando el hombre vio al makech, supo que era su amada y la prendió en su pecho, adornándola con joyas de colores brillantes y llevándola siempre consigo justo sobre el corazón. Esta es la história que escuché de niña. Hay otras más elaboradas, otras más sencillas, pero todas llevan a lo mismo: La entrega y el sacrificio por el verdadero amor.
Cuando era pequeña recuerdo que había muchos. Los recipientes de maqueches en Mérida estaban atiborrados de los mismos. Sin embargo actualmente son algo raros, difíciles de encontrar y algo caros. Mi madre me comenta que a ella mi abuelito se los traia del monte, para que fueran sus juguetes. Hoy tengo este makechito, que me recuerda que alguna vez, si persevero, me encontraré prendida del pecho de mi amado (ay que romantico y sí…ya soy romantica otra vez).
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